Hay infinitas maneras de alcanzar la libertad emocional.
Habrás oído hablar de la meditación, el mindfulness, el deporte, etc. todos ellos recursos válidos para encontrar la tan ansiada libertad emocional. Aunque existen muchas maneras para lograrlo, en este post y junto a nuestro experto formador Juan Manuel Pérez, te hablaremos sobre 3 reglas para conseguirlo.
Diferencia entre emoción y sentimiento
Antes de saber cómo conseguir la libertad emocional, ¿sabes qué es una emoción? Algo que también oímos muy a menudo es la pregunta “¿Cómo puedo gestionar mis emociones?”.
Sin embargo, ¿quieres gestionar tus emociones o quieres aprender a gestionar tus sentimientos? Porque estos dos conceptos no significan lo mismo.
Una emoción es más profunda que un sentimiento, pero a su vez es de una duración mucho más corta. De hecho, se suele decir que las emociones duran aproximadamente 90 segundos. Cuando esa misma emoción perdura en el tiempo, generamos lo que conocemos como “sentimiento”.
Un ejemplo: Imagina que estás yendo de camino al trabajo y, al cruzar la calle, un coche está a punto de atropellarte. Instintivamente, por el susto, te echas hacia atrás. Esa emoción no durará más de 90 segundos contigo.
Luego, llegas a la oficina y cuando te preguntan cómo va tu mañana, relatas lo sucedido, generando un sentimiento de malestar y de enfado. Esto puede marcar el resto de acciones que lleves a cabo a lo largo de la jornada. Se te cae el café, repites constantemente que “Hoy no es tu día”, respondes con irritabilidad a tus compañeros, etc.
Lo que queremos enseñarte es cómo no llegar a ese punto, y cómo puedes evitar alimentar esa emoción para que no se convierta en sentimiento y se dispare tu piloto automático.
Por lo tanto, separaremos las emociones como una parte fisiológica e inconsciente y los sentimientos como la parte más cognitiva. Será esta última la que vamos a trabajar para que alcances la libertad emocional. El objetivo es trabajar sobre la parte consciente, aquella más fácil de acceder, a través de determinados mensajes, para que estos arraiguen en tu subconsciente, la parte más profunda de tu pensamiento, logrando así tu estado de bienestar deseado.
Las 3 claves para lograr la libertad emocional
A continuación, te explicamos 3 distinciones que te ayudarán a trabajar la reflexión y la toma de consciencia para que no se dispare en ti ese piloto automático y fortalezcas tu inteligencia emocional.
1. Interpretaciones vs hechos
La frase que añade Juan Manuel para explicar esta distinción es: “Lo que pasó no tiene nada que ver con lo que dices que pasó”. En otras palabras, debes preguntarte ¿Cuál es la verdad?
A través de la historia de tu vida, has aprendido a relatar, a interpretar eventos y describirlos en función a tus creencias, entorno social o lugar donde has vivido. Sin embargo, todos los eventos tienen diferentes puntos de vista. Por ejemplo, mientras que en países cómo México se celebra el “Día de la Muerte”, en España la muerte está vista como un suceso traumático.
Debes comprender que hay tantas verdades y tantos mundos como personas hay en el planeta. Aunque todos queremos que el nuestro sea el mundo válido, es importante comprender que tu verdad no es la verdad absoluta. También, que puedes ampliar tu mente para ver diferentes perspectivas que aporten a tu crecimiento, que permita sacar el lado bueno de cada cosa y ganar lecciones de cada experiencia de vida.
Puedes practicar este ejercicio recordando un evento del pasado, buscando en lo ocurrido otros puntos de vista. Rétate a ti mismo a buscar el lado positivo y el aprendizaje de ese momento de tu vida. Puedes apoyarte usando estas preguntas:
- Con mi mentalidad actual ¿Cómo interpreto ese suceso?
- ¿Qué aprendizaje no vi en ese momento, que sí veo ahora?
- ¿Cómo puedo aplicar lo aprendido a mi vida actual?
2. Soltar la razón
Cuando tienes tu mundo y tu verdad, desarrollas la razón. Ésta conforma tu identidad, quién eres. Si pierdes tu razón, crees que estas dejando tu propia identidad, aquello que te define.
En cambio, Juan Manuel define la razón como “destructora de relaciones”. Muchas familias, parejas, amistades se han separado por este motivo, por centrarnos en nuestra razón y no tomar conciencia de que se trata de nuestra propia interpretación de los hechos. “Porque a nosotros nos guste el color rojo, esto no significa que sea el color más bonito.” añade al final el formador.
Para ello, debes primero tomar consciencia de que tienes tu propia razón, al igual que el resto de personas, y entender esa interpretación que le estas dando.
A partir de ahí, desarrollas la pasión por aprender a admirar a las personas que tengas enfrente, admirando su grandeza, por lo que comenzarás a soltar la razón.
Cada persona es una estrella en sí misma. Como explica Juan Manuel, lo bonito reside en entender los colores y las formas en las estrellas de las otras personas.
Me pregunto si alguna vez te ha pasado, que en tu empeño por ver las cosas solo desde tu posición, no has sido capaz de mirarlas desde otra perspectiva, perdiéndote con ello la posibilidad de enriquecer tu punto de vista.
Un ejemplo de esto lo tenemos observando el número 6, pues dependerá del lugar desde el que te sitúes para mirarlo, este podrá convertirse en un 9 o seguir siendo un 6. Desde cada uno de esos lugares, defenderías con fuerza una realidad que solo tiene que ver con lo que tu estás viendo en ese momento, no con la realidad total y, por esto mismo, al cambiar de posición defenderías, con la misma intensidad, la idea contraria.
Esto nos lleva a entender que la realidad es muy subjetiva y depende, sobre todo, de la interpretación que le estemos dando cada uno de nosotros. Intentar situarnos siempre en la posición contraria nos ayuda, en gran medida, a no ver nuestra razón como la única y valida y a entender “el maravilloso color de la estrella del otro”.
3. Víctima vs responsable
Desde la lingüística interpretas la palabra responsabilidad como una carga, como un “tener que”, cuando en realidad, esta no supone carga alguna, solo es la manera de responder a tu mente frente a un evento.
Cuando relatas los eventos, disociándote de ellos, desde fuera, con una actitud de “la culpa es de…” es cuando tomas un papel de víctima. Este surge desde la razón y desde “lo que yo digo es” donde es mucho más fácil que se dispare tu piloto automático.
Por otro lado, si relatas los acontecimientos asociados a ellos, la responsabilidad es tuya, entras en modo responsable, por lo que estarás más cerca de obtener la libertad emocional y ser dueño de tus propios sentimientos. Si eres responsables de tus actos, tendrás más posibilidades de actuar sobre ellos.
Un ejemplo sencillo de esta situación sería la de sentirte víctima al recibir una multa de tráfico por exceso de velocidad. Si te disocias del evento que la ha generado, lo más natural es que la justifiques diciendo que la velocidad a la que te obligan a ir es absurda, y que es imposible adaptarse a ella, por lo que acabas sintiéndote víctima de una injusticia.
Sin embargo, cuando la relatas asociándote a lo que ha sucedido, puedes darte cuenta de que, con
independencia de la velocidad a la que podrías haber circulado, las normas dicen que esta debe ser otra, y que ha sido un acto de “responsabilidad” tuya el ir a más de esa velocidad. Aquí tomas conciencia de que eres tú quien puede cambiar esto, algo que jamás pensarías desde el papel de víctima.
A partir de este momento, haciéndote responsable y no viéndote como la víctima de tus acciones, comenzarás a cambiar tus sentimientos y emociones, impidiendo que tu piloto automático salte, lo que te ayudará a ganar libertad emocional.
Como ves, estas tres sencillas claves, tan fáciles de entender y poner en práctica, son fundamentales para alcanzar la libertad emocional, aquella que te llevará a vivir tu vida de manera más plena y consciente.
¡Ahora es tu turno de tomar acción!
Si estás interesado en el tema, te invitamos a que disfrutes la charla entre Juan Manuel Pérez y Anne Igartiburu que te dejamos a continuación:
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